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PROYECTO LA CASA DE LA PALMERA

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LA CASA

Era el año 2009 y el conflicto social en el Cabanyal estaba en pleno auge con el inicio de los derribos de las casi 500 viviendas adquiridas en su día por parte del ayuntamiento de Valencia. Con la intención de “mejorar” el estado urbanístico prologando la avenida Blasco Ibañez hasta el mar. Este hecho formó parte de la aparición de una asociación de vecinos llamada “Salvem al Cabanyal”. Gracias a sus enormes esfuerzos impidieron que muchas de esas viviendas de origen modernista fueran demolidas. Menos una en concreto: la casa de la palmera. Creo que es importante conocer el contexto de esta casa y el porqué de su desaparición para poder comprender el objetivo de este proyecto. Es una casa con historia, con un pasado ahora ya perdido por el paso del tiempo. Me resulta inquietante el hecho de que a pesar de su demolición, la palmera permaneciese. Tal vez por una cuestión de principios ecológicos o simplemente estéticos, sigue ahí. Y es algo que me asombra, como esa palmera, a lo largo del tiempo, ha podido vivir toda la historia del Cabanyal. Y como el hecho de querer preservarla, ha hecho que este proyecto en su esencia tenga sentido.

EL PROYECTO

Tenemos una familia, una mujer independiente con sus dos hijas y la madre de ella, la abuela de la familia. Año x, la mujer quiere volver a sus inicios, al lugar donde nació. Quieren vivir en un lugar tranquilo, cerca de todo aquello que recuerdan a un pasado mejor. La casa, el proyecto, todo se basa en permanecer, restaurar y recordar. Es por eso que este proyecto tiene tanta vida, posee tanto carácter, porque es personal. Pertenece a las personas, a esas mujeres que ansían una vida distinta, nueva pero algo nostálgica. A parte de esto, la decisión está tomada, alguien debe vivir anexionado a su vida, el por qué? No existe, no es necesario, solo reside dicha idea. El programa basado en la vida de las  personas, se dividirá en altura, como muchas otras viviendas del Cabanyal. La zona común se establece en la planta baja, donde poder vivir a pie de calle. Las estancias de trabajo y descanso suben en altura, en función, en mayor o en menor medida, de la edad de quienes vivirán en el momento de su proyección. Una conexión desde el estudio de la madre con el dormitorio de las niñas permite mantener esa comunicación constante, con la posibilidad de tener mayor privacidad cerrando dicho espacio. Como último elemento destacado, el mirador al Mercado del Cabanyal. Debido a las complicaciones por su orientación, unas lamas gruesas de madera protegerán de la incidencia del sol. Todo prevalece en armonía, todo se conecta con el exterior y con el interior. Todo se conserva y a la vez se cambia. 

Desde un inicio, el proyecto como idea me pareció un reto. Sobretodo porque no había realizado con anterioridad un proyecto con un programa, unas medidas y un emplazamiento tan estrictos. Y a su vez, con un pasado tan importante que dirigía todo el proceso (o al menos el mío). Lo primero que me plantee fue escribir. Escribir sobre el pasado y el presente, sobre todo aquello que me imaginaba en esa casa. Creo que para poder entender aquello que quería, a donde quería llegar con todo esto. El principio, como todos los principios, fue algo caótico. Me había planteado una serie de "statements" o intenciones acerca de por dónde quería que fuese el proyecto, pero honestamente creo que me dirigieron demasiado y tal vez tendría que haber sido más flexible con ciertos elementos.

Recuerdo una de las veces que no asistí a clase después de navidades, me encontraba en un bloqueo creativo grande, y no sabía hacia dónde ir. No sabía cómo expresar aquello que pensaba, aquello que había escrito para mí misma. Así que decidí ir a pasear por el Cabanyal. Invertí toda aquella mañana en perderme por el barrio. Observaba cómo algunos ancianos iban a hacer la compra, cómo la gente se tomaba su cerveza al sol, y cómo ese lugar poseía tanta vida y tanta diversidad. Encontré una librería de segunda mano (la Bapstisteria muy recomendado) que también tenía cafetería y decidí entrar. Escuchaba el ruido exterior de los coches, la gente hablando... mientras me perdía entre literatura internacional del siglo XX. Me fije que el dueño era extranjero, así que cuando opté por llevarme un libro de arte descatalogado de Fridha Kahlo y La mujer rota de Simone de Beauvouir, me dirigí a hablar con él. Tras hablarme muy bien del libro de Beauvoir que me había comprado, le pregunte cómo había acabado en este barrio con tanto encanto. Fue algo escueto en su respuesta pero, algo que me sorprendió fue que me dijese que la primera vez que conoció Valencia se sorprendió de la vitalidad del Cabanyal, de su arquitectura y sobretodo, de su gente. Al salir, seguí perdiéndome por el Cabanyal y encontré un horno tradicional. Entre, me compre una coca y seguí paseando. Cuando tuve que volverme a clase me sentía feliz. Sentía que había conseguido adentrarme en el día a día de aquel lugar, había conseguido sentirme parte de el. 

Creo que este proyecto para mí era más personal de lo que me habría gustado que fuese. Y eso me causó muchas lagunas mentales, muchos dolores de cabeza y muchos bloqueos. Ya no por el hecho de la dificultad del ejercicio, sino por la intensidad con la que me exigía que no era suficiente. Y tal vez fuese así, tal vez no acabó terminando de tener la intensidad suficiente. 

En cuanto al proceso creativo, creo que fue algo intermitente y que debería haberme esforzado más para que fuese algo más continuo. A pesar de que el proyecto me enamoró, creo que no tuve la suficiente motivación personal para seguir un proceso más intenso creativamente hablando. A pesar de todo, creo que el resultado no acabó terminando estando tan mal como yo pensaba. Pero siempre se puede mejorar. 

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